El ion
cloruro se encuentra con frecuencia en las aguas naturales y residuales, en
concentraciones que varían desde unos pocos ppm hasta varios gramos por
litro. Este ion ingresa al agua en forma natural mediante el lavado que las
aguas lluvias realizan sobre el suelo; sin embargo, como quiera que la
superficie de contacto entre el agua y los materiales del suelo es
relativamente baja en las aguas superficiales, la concentración de cloruros
en estos cuerpos de agua tiende a ser también,
relativamente baja, salvo que estas hayan sido afectadas por eventos antrópicos.
No obstante,
en las aguas subterráneas, en donde la superficie de contacto entre el
agua y los materiales del subsuelo es mucho mayor, la concentración de ion
cloruro suele estar directamente relacionada con la litología
predominante y/o con el tiempo de permanencia del agua en el acuífero.
Por otra parte,
es bien sabido que las excretas humanas y en general las de todos los
organismos superiores (la orina principalmente) poseen una concentración de cloruros
que es aproximadamente igual a la que cabría esperar a
partir del análisis de la
dieta ingerida. Si se supone que una persona consume en promedio 2,5 gramos de
ión cloruro,
por día
(g/persona/día) y que ésta persona
ingiere a la vez aproximadamente 5 litros de agua al día, entonces
la concentración de cloruros
en la orina o el sudor, vendría a ser del orden de los 500 mg/l.
Ya que el ion
cloruro es una sustancia altamente soluble y estable, y puesto que, con muy
pocas excepciones, todos los seres humanos
lo ingieren, con frecuencia se utiliza este ion como indicador de contaminación antrópica en los
estudios de evaluación ambiental. Por extensión, las aguas
residuales domésticas y en
general, cualquier vertimiento que las contenga, posee “una huella
característica que le
identifica” y que
posibilita su rastreo mediante mediciones de ion cloruro.
De acuerdo
con la reglamentación vigente, la concentración máxima
permisible para aguas de consumo humano es de 250 mg/l. No obstante, este límite debe
tomarse con precaución ya que existen muchas regiones del país (Guajira, Córdoba, Sucre
y San Andrés, entre
otras) en donde la única fuente hídrica
disponible puede poseer concentraciones de ion cloruro que superan ampliamente dicho límite. Por otra parte, muchos de los preparados alimenticios
cotidianos, poseen concentraciones de ión cloruro que
superan con creses los 250 mg/l.
En relación con el “sabor salado” producido
por el ion cloruro presente en el agua, se sabe que éste varia y
que depende de los demás componentes presentes en el agua. Así, por
ejemplo, muestras con 250 mg/l de Cl—, pueden
tener un sabor salado fácilmente detectable al gusto, cuando el cloruro se
halla asociado al ion sodio. Sin embargo, ese sabor típico puede
estar ausente en aguas que contienen hasta 1000 mg/l de ion cloruro, cuando éste se halla
asociado preferentemente a iones calcio o magnesio.
Ya que muchas
de las actividades humanas generan residuos con altas concentraciones de ion
cloruro –plantas de
soda cáustica,
campos de explotación y producción de petróleo, plantas
desalinizadoras, industrias de curtiembres, fábricas de
baterías, rellenos
sanitarios, fosas sépticas y la agricultura y/o la ganadería intensiva,
entre otras— una de las
principales razones por las cuales se
incluye este ion en los estudios de calidad de aguas, es justamente porque
dicho ion se comporta como un “trazador o indicador ideal” de afectación antrópica.
Un contenido
de cloruro elevado en el agua, interfiere en el desarrollo y crecimiento
vegetal y, en este sentido, su medición es
importante cuando el propósito del agua es la evaluación de su
aplicabilidad para el riego de cultivos. Así mismo, las
concentraciones elevadas de cloruro corroen las tuberías de
conducción y demás estructuras
metálicas en las
aguas que se utilizan para fines industriales. A nivel industrial, el ión cloruro es
considerado como un veneno para los aceros.